Lo que da vida a este cuerpo es la conciencia, la
misma conciencia que hay en hombres y
mujeres.
El deseo de los hombres
de
dominar el sexo femenino, de disfrutar irresponsablemente
queriendo ser independientes de leyes y el actuar en forma opresiva contra otros, podría
llamarse “vanidad masculina”; sin embargo ésta conducta también es imitada
por diferentes mujeres. Esta mentalidad
ejercida por hombres o mujeres es la fuente causante de la explotación irresponsable a la misma Madre Tierra, del maltrato a los animales, del abuso sexual a los niños, de las guerras motivadas por asuntos económicos y de la
barbarie de la industria cuyo
único fin es ganar dinero a costa del sufrimiento de los indefensos
e ignorantes.
La vanidad
masculina es desconsiderada
con los derechos de las
personas; adora de forma irresponsable la sensación placentera, adora el placer de un solo momento y no asume la responsabilidad ni las consecuencias
de sus actos y genera protagonismos. Esta misma
mentalidad fue la que hizo al hombre caer tan bajo, que hasta esclavizó a seres que no estaban armados, para
explotarlos
sin restricción alguna. Es la vanidad masculina o machismo, lo que tiene torturado a este mundo y es lo que inclusive nos hace ser indiferentes con el bienestar del otro, alejándonos de la dedicación, del agradecimiento y de la compasión.
La vanidad masculina podría ser considerada la raíz de toda la ilusión y la raíz del mal trato que
hay
en el planeta, por ello yo
medito en la fuente espiritual
de
la igualdad de todos los seres
para que se pueda llenar
mi
corazón con una vislumbre del Amor Universal; ese es el camino que seguiré y que defenderé, porque solamente ahí la mujer, la maternidad y la infancia encontrarán
alguna prometedora esperanza.
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